Venimos del frogfish
El 31 de diciembre volvimos a madrugar, esta vez para
hacer el Ibón de Acherito. En el camping de Hecho nos detuvimos para que nos
hicieran unos bocadillos. El camarero, un forestal enjaulado tras la barra del
bar, antaño acostumbrado a la montaña y a la libertad, nos observó
impertérrito. A pesar de su meridiana madurez, tenía una expresión árida y un
aspecto impaciente. Con un nerviosismo exasperante, recorría el espacio que
había tras la barra del bar de extremo a extremo, cabeceando taciturno y
agarrándose fuertemente las dos manos por detrás. Se aproximó hasta nosotros,
tomo nota de los bocadillos sin dejar de cabecear y se retiró a la cocina.
Mientras
tanto, nos sentamos a una mesa a tomar unos cafés e infusiones y al poco rato
la mujer que atendía se acercó a servirnos los bocadillos.
-No,
no. Son para llevar – corregimos.
La
mujer se fue y se lo dijo al camarero vinagreta, a quien la situación le
produjo un cortocircuito mental.
-¿Para
llevar? ¡Calentitos! – bramó.
Este
hombre, dotado de un carisma natural para el cabreo, mientras bufaba y
resoplaba envolviéndonos los bocadillos, transmitió un humor muy positivo al
grupo.
Cuando
volvimos a la barra a pagar y despedirnos, hicimos mención de lo adornado que
tenían el local, dispuesto para la celebración del cotillón de Nochevieja.
-El
cotillón de los huevos- rebufó el camarero.
Esta
cómica situación nos acompañó mentalmente hasta la calle. Una vez fuera,
contemplamos el apagón liviano de la llovizna, el agua cristalizada en los
arbustos, y nos encontramos súbitamente embargados por la esperanza.
La
ascensión al Ibón de Acherito fue ágil y entretenida. Ya en la cima, golpeados
por la incansable determinación de un viento gélido y racheado, Raymon congregó
al grupo:
-¡Osca Power! ¡Armada! ¿Va a tener que venir la
Benemérita por nosotros?
-¡Noooooo! – repusimos.
Finalmente, en el descenso, jugamos a adivinar qué nos
sugería la forma de una mancha anaranjada de helechos que había en la ladera de
enfrente. La precisión de las respuestas fue dispar: Una cara, un corazón, un
camello… Montse y Carmen coincidieron en su veredicto:
-¡Es un frogfish! –clamaron.
Sacudido violentamente por la curiosidad, no tardé un
segundo en preguntar a Montse qué era eso del frogfish . Su respuesta fue clarividente:
-Yo siempre he creído que no venimos del mono, sino del
frogfish –dijo.